—...tiene la presión sanguínea tan condenadamente baja que no puedo tomar una lectura... —¿No la han tratado de shock esos gilipollas? Kari, a veces, parecía tan desgarbada como un pájaro zanquivano que, aun siendo un maestro en el aire, en la tierra se hallaba fuera de su elemento. Había comprado las armas hacía cinco años, poco después de que diagnosticaran el cáncer de Jimmy como terminal. Debí acompañarle y evitarlo. Aunque su mente estaba demasiado confusa para descubrir algún sentido en la mayor parte de lo que estaban diciendo los dos hombres, entendió lo suficiente para saber que sufría de hipotermia, posiblemente congelación, y que estaban preocupados por ella. Los estados patológicos pueden usualmente ser revertidos. Le rodeó el hombro y se dirigió con ella hacia la cocina. Volvió la cabeza hacia ella y vio que le estaba observando. —Es divertido lo del helado —dijo, cuando se recuperó. —Vassago. Pero a juzgar por las señales del monitor del cardiógrafo y por la inmovilidad del tórax de Hatch, ella habría asegurado que estaba muerto. No se había 194 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ fijado en la abolladura al volver de la armería por la tarde, ni cuando había ido al colegio a por Regina. —No nos pescarán. —¿Y si es degenerativo y empeora? ¿Qué otra cosa podía ser la muerte?. La tranquilidad del barrio le llenó de frustración y le produjo deseos de gritar. La araña descendió muy despacio por el lado del marco de la ventana hasta el ángulo derecho del alféizar. —Cuando yo sólo tenía siete años, mi padre sufrió un ataque de locura. También sentía aprensión respecto a aquel hombre extraño que había matado a la rubia y sobre la misteriosa relación existente entre aquel salvaje depredador y su Hatch. Soltó de la barra su mano derecha, la que tenía más lejos de Tod. El padre Durán, todavía veinteañero y tal vez veinticinco años más joven que el padre Jiménez, era magro, de facciones ascéticas y de tez clorótica. Ojalá hubiera experimentado algo. Guardaba un cuaderno entero lleno de ideas sobre historias. ¿No tiene otro más pequeño? Por el Oeste se había levantado una ligera brisa y la niebla ya no se arremolinaba perezosamente en la noche. Desde su resucitación el corazón de Lindsey y el suyo propio, habían renacido y se habían enfrentado a la equivocación de haber pasado cinco años entregados al dolor. Nada tan bueno podía durar mucho tiempo. —La va a matar de todos modos. Nyebern sintió miedo. No podía esperar ni un sólo instante más, imaginándose a Regina en manos del resucitado y psicópata hijo de Nyebern. La Muerte, al fin y al cabo, era el don que Satán había traído a los moradores del Paraíso, un don disfrazado de algo más bonito; Él era el Donador de la Muerte y suyo era el reino de la muerte perpetua. Se sentía a gusto entre quienes despreciaban el amor, quienes sabían que la persecución del placer era el único propósito de la existencia. Nosotros... —Una parte extremadamente pequeña del cerebro dañada, unos cientos de células, podría no aparecer en las pruebas y, sin embargo, tener efectos graves. 104 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ Guardaron silencio un rato. —Tenemos que tratar de entenderlo. Ellos estaban muy ocupados. Así que los libros son igual que tener otra vida entera. Por el lado positivo, observaba que no había indicaciones de grave arritmia. Página de inicio de TravelStay: Encuentre listados exclusivos, enormes descuentos para todos los tipos de alojamientos en Londres, incluidos hoteles baratos de Londres, bed and breakfast de Londres, apartamentos de Londres y albergues de Londres a partir de solo 9 libras por persona. Radiante. Por eso se enteraron de que una rubia llamada Lisa Blaine había recibido dos disparos y había sido arrojada desde un coche en marcha en la autopista de San Diego la noche antes... precisamente cuando Hatch, estando en la cocina, había tenido la visión de apretar el gatillo de una pistola y de ver rodar un cuerpo al paso del coche. "Toc", "brrr", "toc-toc-toc". Además, aunque no tenía en la agenda ninguna intervención quirúrgica para el día siguiente, nunca se podía asegurar que una emergencia no iba a requerir los servicios especiales del equipo de reanimación. Tal vez sea un neurótico demonio infantil. Los barcos de vela y los yates de motor llenaban los muelles privados del puerto, amarrados, con las velas atadas y los motores silenciosos, meciéndose ligeramente, pues el puerto estaba bien protegido y la tormenta no era particularmente furiosa. Usaría a Regina como mofa de la Crucifixión. Diez meses después, Jeremy recuperó la conciencia. —Se encuentra bien, no se apure por él —repuso Epstein. Ni que decir tiene que no habían esperado, ni de lejos, que el acto se desarrollara de la forma en que había transcurrido. Para ambos, seguir adelante con sus vidas significaba volver a tener en su casa otro hijo. Se ha parado un momento a charlar con mi recepcionista, eso es todo. Nada de secretos. Pero ésta era una importante violación de las reglas y él no quería correr albures. ¿O era su imaginación? Nyebern abrió la puerta de la sala de reconocimiento e hizo un ademán a Hatch para que le precediera. Se acercó a la silla de la mujer, que no se había percatado de su presencia. Regina era entonces demasiado joven para saber cómo alarmar a una monja; eso necesitaría años de pensamiento y de práctica. Lindsey estaba confundida y horrorizada pero no reaccionaba a la noticia tan intensamente como Hatch. Si estaba aún con vida, no viviría lo suficiente para que los guardias tuvieran tiempo de encontrar la Casa de las Sorpresas y bajar hasta la guarida de Lucifer. Conocía la distribución de la casa. Jeremy no se lo había creído nunca. El cielo estaba perfectamente claro... y todo lleno de misterio. Supo que era el objetivo de un golpe cruel antes de leer la primera palabra. Eso es exactamente lo que quiero decir. Pero la tormenta tampoco podía llenar el vacío. ¡Por Dios!, como si fuera un vampiro o algo así. —Quizá cuando comience otra vez el colegio en setiembre, puedas ingresar en el Club de Amas de Casa Jóvenes, aprender a cocinar, hacer primorosos tapetitos de punto y preparar flores. Aparcó el Honda a dos manzanas de la casa de los Harrison y volvió andando por la acera, flanqueada de árboles. Aunque los servicios católicos de adopción empleaban mucho celo en la adjudicación de niños, no estaban siendo tan innecesariamente lentos ni creando tantos obstáculos como los funcionarios públicos. Incluso en plena oscuridad, Redlow notaba la presencia del individuo inclinándose sobre él, cerca, cerca, cada vez más cerca. La muerte era siempre el final. Tan calamitoso resultado de puntería quizá fuera atribuible al pánico del tirador y al hecho de que Hatch era un blanco móvil. Se preguntó cómo podía continuar soñando después de haber despertado. 53 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ Lindsey Harrison se encontraba también en la quinta planta, al otro extremo del corredor principal, lejos de su marido. ¿Sabe usted adónde pertenezco, señor Redlow? La habitación estaba a oscuras cuando debía haber estado encendida porque Regina estaba estudiando. Era impensable. —¿Qué ocurre? Como Hatch, deseaba gritar para avisarla, pero como el usuario del cuchillo, a través de cuyos ojos estaba viéndolo todo, sentía la necesidad de atacarla ferozmente, de arrancarle la vida y culminar así la misión que le liberaría. Con esto no necesita usted ya nada más. Pero Hatch no podía escapar a la sensación de que Durán fingía interesarse por las porcelanas japonesas y que lo que hacía en realidad era observarle a él y a Lindsey, que estaban sentados uno junto al otro en un sofá Luis XVI. Pero le mantenía despierta la punzante y cada vez más dolorosa sensación que le producía en las extremidades la enérgica manipulación de los médicos que apretaban pequeños objetos en forma de almohadas contra sus costados. Lindsey cruzó el vestíbulo y llegó a la puerta principal en el momento en que Hatch terminaba de bajar la escalera y enfilaba el corto pasillo. Lo primero que debía hacer, antes de poner en pie a la muchacha y asegurar su posición erguida, era ver si el material que componía el cuerpo segmentado de la serpiente de Lucifer admitía los clavos. Levantó el martillo y apuntó con el clavo. Era más grande que ninguna de las del orfanato y no tenía que compartirla con nadie. Todavía estaba temblando. Agarrando los mandos positivo y negativo de la máquina de desfibrilación, Ken miró con expectación a Jonas. ¿Quién va a ser? Además, tú no tienes la culpa de eso. Abrió la puerta corredera de cristal, que lanzó un chirriante quejido, como si se deslizara sobre unas guías corroídas, y entró en el cubículo de la ducha. Otro problema que podemos causar las lisiadas es que algunas veces solemos ser lenguaraces porque sabemos que nadie tiene agallas para darnos un cachete en el culo. Algún ente. —¿Señor? —¿Probando qué, maldita sea? Vassago consultó el reloj del coche. Al negársele el desahogo que podía haberle producido el llanto, se fue sumiendo en la espiral de un tiempo perdido de desesperación. 46 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ Más tarde, en el desmantelado Infierno, bajo la carcomida Casa de las Sorpresas, cuando recobró el conocimiento se encontró desnuda sobre el suelo de hormigón. El detective no respondió. Antes de dormirse había rezado para que sus problemas, si es que tenían alguno, resultaran pequeños y pudieran solucionarlos pronto, y había recordado a Dios su desinteresada promesa de comer toda clase de judías. 67 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ La segunda opción consistía en adoptar a un niño minusválido. Sería algo maravilloso que podrías hacer por él, por razones que no puedo explicarte ahora. Hatch podía ver parte de la habitación desde donde estaba, pero no toda entera. El silencio que siguió fue tan profundo durante un momento, que aturdió a Lindsey; se recuperó mediante una explosiva exhalación de aire. El ojo. Incapaz de soportar más tiempo de espera, insistía en que la llevaran a la habitación de Harrison. Estaba haciendo punto. Hatch salió de su trance y empezó a tirar salvajemente del cinturón de seguridad, sintiendo que le oprimía como si fueran cables, correas y cordeles constrictores. Los alimentos ejercieron un efecto tranquilizador. Una oportunidad de amar, de ser 208 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ amada, de crecer. Pronto resultaría otra vez 96 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ imposible la conversación y, lo más importante, cuando la atronadora música comenzara subiría la energía y la tensión en el club y ello podía anular la chispa existente entre él y la rubia. La valla de la carretera destelló cerca, muy cerca, y el coche rebotó sucesivamente sobre la dura plancha de la valla metálica. Algunas moscas robustas zumbaban de un lado a otro por el sombrío escondite y no faltaban las que quedaban atrapadas para siempre en las seductoras pero pegajosas telarañas que cubrían los huecos entre las vigas. Después, cuando la camarera hubo recogido sus platos vacíos y les hubo servido un café bien fuerte, Hatch dijo: —No creas que voy a ir a los polis a ofrecerles mi ayuda, si es eso en lo que estás pensando. CUT. —¿Quién? De los especímenes masculinos, uno había sido cazado por la noche mientras cambiaba una rueda baja de aire en un tramo solitario de la Autopista de Ortega. —exclamó Lindsey con inquietud. Redlow se aclaró la garganta y trató de que su voz no sonara asustada. La agarró del brazo, con las 222 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ muñecas atadas delante y la mordaza puesta, tiró de ella y se la llevó por delante del coche hacia la pared de contención que rodeaba la laguna de la Casa de las Sorpresas. Leer La restauración de la cultura cristiana equivale a asomarse a lo que fue una de las experiencias más extraordinarias, y silenciadas, del ámbito educativo y religioso de las últimas décadas. Liberó el pestillo de la doble ventana, empujó el postigo hacia arriba y deslizó su cuerpo por la angosta abertura hasta pisar el tejado del largo garaje. Sus pensamientos, como los de ella, estaban indudablemente en el largo fin de semana que acababan de pasar en Big Bear Lake. Sintió que un dolor cálido y palpitante le invadía el pecho y la abrumó la necesidad de respirar, pero resistió. Se ha presentado aquí con intención de confundirles a ustedes y de malograr la entrevista, y lo ha conseguido con un estilo singular. Los otros servían a personas que gustaban aparentar un determinado estilo de vida, de la misma forma que a algunos dentistas y contables les gustaba ponerse botas camperas, pantalones tejanos descoloridos, camisas de cuadros y sombrero de cow-boy para ir a un bar estilo del Oeste y simular que eran vaqueros. ¿Cómo ha ido el colegio? No. De repente, le abofeteó un penetrante hedor que arrastraba hacia arriba una corriente natural de aire. Vendrían escolares, clases enteras por turnos con sus profesores al frente, para estudiarla y aprender qué no había que hacer y cómo no se debía actuar. —Nada. —Los policías no pueden encontrarlo —contradijo Hatch sombríamente—. —¡Oh! E-mo-ccción. Pero, maldita sea, Jonas no quería darse por vencido incluso antes de comenzar. Lo hizo con una sonrisa tan radiante, tan llena de vida, que Vassago deseó romperle la cara con un martillo, sacarle los dientes, aplastarle los huesos de las mandíbulas e impedir que volviera a sonreír más. No había ventanas. Para inevitable destino mundo; quizá no sombras de una mayúscula. Esa verdad ya entrañaba suficiente horror en sí misma pero, para Hatch, el horror aumentaba todavía más al descubrir que esa compleja idea podía tenerla cualquier persona tan perturbada como Jeremy Nyebern. Sabía por experiencia que las buenas noticias de aquella índole podían resultar tan funestas para quien las recibe como las malas; era preciso darlas con prudencia y sensatez. Después ya no estaba en el coche, sino en una habitación que no distinguía muy bien, de pie ante un biombo chino, limpiándolo con un paño blanco. —Piensa en otra teoría si quieres mantenerme despierta. Todos los jueves hace una escapada al "Blue Skies" con su secretaria. Para la muchacha el concepto de moralidad parecía resultar totalmente desconocido. Parecía una cosa harto trivial —por no decir ridícula— con la que consolarse. Pero no habían acabado de aceptar que la vida no pudiera ser ya tan dulce como lo había sido antes de aquella pequeña muerte, a decir verdad, no se habían desprendido de Jimmy. Por eso los quiso. Parpadeando febrilmente, con las pestañas escarchadas de una nieve que ya no se derretía con el calor de su cuerpo, miró con ojos de miope en torno a Hatch y a lo largo de la línea de rocas pulimentadas por el agua. Miró por las ventanillas y se volvió para observar lo que había detrás, pero estaba envuelto por aquella ilusión, alucinación, o como diablos se llamase, con la misma realidad con que antes le rodeaba el aparcamiento. Las buenas vallas hacían buenos vecinos, hacían vecinos de extraños... y daban tremendas facilidades para que un intruso saltara una barrera y se perdiese en aquel laberinto. —Sí, por supuesto —añadió el señor Harrison—, podemos llevarla a la tienda, venderla y dejarte escoger algo que te guste, algo más moderno. Oscuridad total. Sacó su navaja automática del bolsillo de la chaqueta, pulsó el resorte haciendo saltar su afilada hoja y se la puso delante de la cara. No podía explicar por qué sabía que aquello era así de cierto, pero lo sabía, sí, lo sentía en sus huesos. Al principio... como expiación por ser el hijo de mi padre. Estaba más frío que el hielo. Pintora. Aquel insulto ejerció un poderoso efecto. Envíala mañana al orfelinato. Era una de las reglas seguidas por un buen jugador. Hasta ahora parece estar bien. Un momento de furia se extendió por Hatch como el fuego, pero inmediatamente fue extinguida. A aquella avanzada hora se encontraba vacío de vehículos, a excepción de la propia ambulancia y, para su asombro, de un gigantesco helicóptero parado a un extremo, en el que aparecía grabada una cruz roja en un círculo blanco y las palabras SERVICIO DE AMBULANCIA AEREA. Su enojo no ofendió a Lee. 207 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ —No estoy seguro, pero tal vez nos sea útil. Ella no le había oído aún. Eran los olores de la madera ardiendo, papel, brea, plástico..., y algo peor. —¿Te gustaría cenar en un buen restaurante de pizzas que conozco? Una vez en su interior, la puerta sólo podía abrirse desde dentro. En los momentos previos a la visita de la odiosa muerte, arrancó de Jimmy los cables y tubos, le levantó de la cama del hospital, empapada en sudor, y fue a sentarse en una silla junto a la ventana. En cuclillas delante de una esquina del garaje, Hatch introdujo la mano entre dos azaleas y abrió la tapa de la caja que regulaba el alumbrado exterior. Redlow relajó el cuerpo con alivio, pero ello aumentó sus dolores, así que tensó los músculos de nuevo y se irguió. En la página tres vio la historia de Bill Cooper, el repartidor de cerveza cuyo camión habían encontrado atravesado en la carretera de la montaña aquella fatídica noche nevada de marzo. Incluso hemos diseñado el itinerario perfecto de fin de semana para ayudarte a sacar el máximo provecho de su estancia. En aquel declive inicial era donde los intrépidos tenían que ponerse de pie. —Por ser como eres —respondió él. Quizás ella desechara entonces la idea de marcharse juntos. Ni siquiera mencionaron la verdadera razón por la que le habían dado a elegir entre un dormitorio en el piso de arriba y un gabinete en la planta baja que podía convertirlo en dormitorio. Estaba rodeado de agua en la que flotaban trozos de hielo, con la nieve arrastrada por un fuerte viento. Prefería la compañía de sus propios personajes a la de quienquiera que pudiese acudir a visitarle sin haber sido invitado. —¡He disparado contra ella, ha salido lanzada del coche, Dios Mío Todopoderoso, ha caído rodando por la carretera como una muñeca de trapo! El día había sido prácticamente perfecto, desde la entrevista en el despacho de Salvatore Gujilio hasta sus prácticas amatorias delante de la chimenea y luego sobre la vieja y espaciosa cama de estilo Imperio. Había quitado la placa de la matrícula del "Honda" y después de meterla en el 124 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ maletero le había puesto las de un viejo Ford, en los suburbios de Santa Ana. Notaba su proximidad. En modo alguno se parecía a su padre. Configura las alertas de precios de hoteles para que te avisemos cuando haya cambios; así podrás reservarlos cuando más baratos estén. El turbio paisaje en blanco y negro del barranco presentaba escasos puntos significativos de referencia. —Gracias, Regina. Dejó el Chivas y el libro, se levantó de la mecedora y se dirigió hacia la puerta con el propósito de echar un rapapolvo a quien estuviese en el porche. 85 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ Gradualmente recordó lo que le había pasado, que aquel bastardo le había cogido por sorpresa. Volveremos a buscar otro niño que les cuadre a ustedes y esta vez será un niño perfecto. Inmediatamente después de la reanimación de Hatch, los medios de comunicación acudieron en masa al Hospital General del condado de Orange y en los días siguientes a su alta médica, los reporteros acamparon prácticamente a la puerta misma de su casa. Mientras Jonas tomaba una decisión, Helga rodeó la mesa que había al lado de Gina y las dos se pusieron a examinar los tejidos del brazo izquierdo del cadáver, buscando la vena más importante, por si Jonas se decidía a resucitarle. Se ha encontrado dentro – Página 7BILNVISIDO WELCOME Turismo A PAUL JEFFREY Trabajadoras sexuales en Managua . ... NTES de abandonar sus habitaciones en el Parthenon Beach Hotel en la ciudad hondureña de La Ceiba , los dos hombres de Illinois , EEUU , releyeron la ... Además, es un blandengue. Gina le aplicaba delicadamente en los párpados un lubricante para evitar que se le quedaran pegados; era un peligro que sufrían los pacientes que pasaban mucho tiempo sin abrir los ojos o sin parpadear siquiera, y que a veces padecían una merma de la secreción de las glándulas lagrimales. Los dos días siguientes estuvo acechando el campus, recabando información acerca de ella tan diligentemente como un verdadero estudiante podría haber trabajado en una tesis semestral. —No, no —dijo—. —¿Hatch? Notó que el corazón se le desbocaba y miró en derredor de la cocina con 98 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ la imperiosa necesidad de reafirmar que se hallaba en su casa, que el mundo no había adquirido una nueva y estrafalaria dimensión. Pero no podía filtrarse por las paredes, ni transformar su carne en vapor para materializarse de nuevo, ni volar, ni ejecutar cualquiera de las demás proezas que configuraban los poderes de un verdadero demonio. Marcó el número por tercera vez usando el botón automático redial. No tenía la culpa de lo que hubiera sucedido. Las reglas de la sociedad dejaban bien claro que el individuo nunca debía poseer el poder para matar, ni siquiera el derecho a elegir su propia muerte. Y te aseguro una cosa, Regina, es un hombre bueno. Más. Como creyente que era —aunque no exento de dudas— había depositado hasta entonces su confianza en que Dios le guiaría, llegando a la conclusión de que Dios le había otorgado la inteligencia y la habilidad que poseía para que hiciera uso de ellas, y de que no era incumbencia suya anticiparse a Dios y negar sus servicios a ningún paciente. La vista se perdía en todas direcciones sobre el asfalto solitario. —Pero esos sonogramas fueron tomados después de muerto —apuntó Jonas—; de ahí que no muestren órganos funcionando. Hatch descubrió que no resultaba fácil ordenar una vida doméstica normal mientras se esperaba ser atacado por una terrible y tal vez sangrienta visión tan poderosa que sería capaz de anular la realidad. —Esta vez —dijo el ángel en voz baja— todavía queda una oportunidad. —Abrió otra vez su bolso y empezó a revolver lo que había dentro, sacando las píldoras y cápsulas que le quedaban de reserva—. 161 REINO DE TINIEBLAS DEAN KOONTZ —¡Oh, aquello! nadie intentaba disimular y todos te recibían allí con una mirada desafiante, como insinuando que querían de ti sexo o violencia y preguntando si podías darles una cosa o la otra. Ignorando los cielos, abandonó el campo y regresó al pavimento cuarteado. Cuando Jonas entró y se acercó a la cama podía verse poco dentro de la habitación, pues en ella no había ni siquiera la luz verde del monitor de un cardiógrafo. Pero no era cierto. —En efecto. —No tengo apetito —repuso él con un timbre de embriaguez en la voz—. Después supimos que Disney cerraba sus estudios de desarrollo de videojuegos y preparaba el terreno para licenciar sus IP's a estudios Qué dicen otros. Probaremos en otra ocasión, querida. Avanzó un poco hacia la puerta del estudio y se detuvo. Si se percató de lo que estaba sucediendo, no mostró sorpresa alguna. Era un edificio de estilo Art Deco, nacido en los años veinte de este siglo y con un marcado desarrollo en los años sesenta, de acusados motivos geométricos, formas curvilíneas, contornos definidos y materiales sintéticos, como el plástico, que contrastaba intensamente con los grandes escaparates comerciales de los siglos XVIII Y XIX. —exclamó Kari, abriendo con sorpresa y desmesuradamente sus ojos verdes cuando los bajó para mirar al cadáver—. Mientras patinaban, entre chirridos y rechinar de metal contra metal, unos penachos de chispas amarillas saltaban al aire mezclándose con la nieve, como enjambres de luciérnagas de verano que hubieran aparecido por una deformación del tiempo en una estación equivocada. Tan pronto como colocaron los platos sobre la mesa, Carl dijo: "Me gustan mucho las tardes de los viernes, ¿sabéis por qué?" Más allá de la puerta de cristal, la noche era fría e inhóspita. El hijo de perra aquél estaba loco y nunca se sabía lo que podía fundir los plomos de un chiflado así. —Tal vez busque esa sordidez para tratar a la chica como a una ramera. Vendrá. Y ahora Lindsey. —De modo que Lindsey Harrison es su nombre de casada, ¿eh? Y en el juego de la vida, salir victorioso de un asesinato era lo más estimulante de todo. No había sido completamente sincero cuando dio a entender que dormía bien, pero sus extraños sueños y los curiosos efectos emocionales que le producían no eran nada serio y no merecían ser mencionados; de ahí que no considerase verdaderamente que hubiera mentido al sacerdote. Había iniciado infructuosamente varios bocetos que no iban a ninguna parte y ni siquiera había podido preparar un lienzo. Enfocó hacia arriba con la linterna. El asesino también podía haber doblado a la izquierda o a la derecha. El primer ciego toca sólo la trompa del elefante y, a partir de eso, afirma que el animal es una enorme criatura parecida a una serpiente, similar a una pitón. Kari dejó el libro a un lado y se limpió las yemas de los dedos sobre la manga de la blusa. Al parecer, se habían apagado los faros y las luces del tablero de instrumentos iluminaban ahora la cara de Hatch bañada de sudor. Se sostenía con una mano mientras alargaba la otra hacia algún punto donde agarrarse, con un pie colgando en el aire y un peso agobiante encima del hombro. —Estupendo. Cuando terminó y se subió la cremallera, el tipo rubio continuaba en el lavabo, acicalándose. Hablaba de la tragedia porque había llegado el momento de sacar a la luz su íntimo secreto para examinarlo otra vez, y habría hablado de él a cualquiera que hubiese estado en aquel sitio a aquella hora en lugar de Hatch. —Sumergirle en aquel río helado —murmuró Vassago, y en cierto modo supo que William Cooper representaba el objeto de la rabia indefinida que le había abrumado cuando se encontraba con su colección en la Casa de las Sorpresas. ¿Has vivido alguna vez un sueño con los ojos de otra persona extraña? La luz del vestíbulo, que entraba por la puerta, revelaba que la niña dormía profundamente. —Hay quien dice que el mal no es más que una consecuencia de nuestras acciones, sólo un resultado de nuestra voluntad. La cola avanzaba con lentitud, pero Jeremy no sentía impaciencia ni temor. Ningún jurado le hubiera declarado culpable con la capacidad intelectual disminuida, su dislalia y su personalidad, seductoramente simple.
Descargar Microsoft Authenticator Para Pc, Bolitas De Chocolate Con Chocolinas, Informe Educación Vial, Parque De Diversiones En Alabama, Descargar Juegos Para Pc Windows 10 Gratis 2020, Activar Office 2016 Cmd Script, Teoría Del Aprendizaje Cognoscitivo Social De La Personalidad, Regeneración Del Tejido Hepático, Principios Activos Para Piel Acnéica, Detalle Constructivo De Viga Metálica,